La serie de fotografías en blanco y negro de árboles, plantas y agua fue realizada en el mar Báltico, la Selva Negra y Argentina.

El bosque evoca en cada uno de nosotros asociaciones distintas. Mientras que para algunos la oscuridad, la abundancia de vegetación y la soledad representan una amenaza e incluso provocan miedos profundos, para otros el bosque es un lugar de recogimiento interior. La densidad de los árboles transmite una sensación de cobijo, como un espacio formado naturalmente que nos envuelve y dirige nuestros pensamientos hacia nosotros mismos, hacia el yo, hacia los miedos, las fantasías y los deseos más profundos. Es un lugar donde uno puede encontrarse consigo mismo. Donde reina una soledad que es al mismo tiempo tranquilizadora y aterradora. La densidad de la vegetación y la ausencia total de puntos de referencia crean una atmósfera casi claustrofóbica de desorientación.

En mi trabajo fotográfico, me han interesado desde hace mucho tiempo los mitos del bosque, en particular las leyendas y los cuentos de hadas que recuerdo de mi infancia en la Selva Negra. Ya entonces, el bosque me generaba la sensación de una amenaza inquietante, pero al mismo tiempo me producía una fascinación difícil de explicar.

Origen: 2015-2016, serie abierta